Si hay algo que me gustaba tanto (o incluso más) que ir a ver una película al cine, era llegar exageradamente pronto para no perderme los trailers. Al final se transformó en una especie de ritual tanto para mi como para quien iba al cine conmigo: mientras la sala se iba llenando, ruidosa, nosotros los mirábamos en silencio y, en los segundos que separaban uno de otro, nos mirábamos...
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